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domingo, 13 de abril de 2014

Breve Historia del Mundial de Fútbol (4/21) 1938



Con los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 como telón de fondo se eligió en el Congreso de la FIFA celebrado en la capital alemana la sede del III Campeonato Mundial de Fútbol a celebrarse dos años después. Pugnaban Argentina y Francia y éste fue el país escogido, hecho que provocó el boicot de Argentina. La conocida “ley de rotación de continentes organizadores” aún no había llegado al Mundial.

La elección de Francia fue polémica. Se trató de justificar como un premio a la labor de Jules Rimet como creador del campeonato, pero a nadie se le escapaba que las circunstancias en las que los galos organizarían el Mundial no eran precisamente fáciles. La inestabilidad socio-política azotaba Europa y especialmente a Francia, objetivo declarado del régimen de Adolf Hitler para ampliar el territorio del III Reich. Muchos no creyeron conveniente ni la elección de Francia ni siquiera la celebración del Campeonato, pero éste se llevó a cabo finalmente.

Tal era la situación en 1938 que la nómina de ausencias ilustres estaba encabezada por dos países europeos y por motivos bélicos: España sufría su guerra civil desde 1936, y Austria (clasificada para Francia) había sido anexionada por Alemania tres meses antes del inicio del Mundial. Las figuras austríacas no judías pasarían a militar en la “Mannschaft” pangermánica. En sudamérica los motivos de ausencia fueron otros: Argentina, presente en los dos primeros mundiales, renunció por boicot como antes comentamos, sumándose a Uruguay, aún “enfadada” por el desprecio europeo a su Mundial en 1930.

Por primera vez, se otorgó el privilegio a campeón y organizador de clasificarse “de oficio” para el campeonato. Francia como sede e Italia como ganadora en 1934 fueron las primeras selecciones beneficiadas. En la fase de clasificación pesó mucho el ambiente pre-bélico y muchas selecciones de fuera de Europa se retiraron (en el grupo americano se dio la circunstancia de que Cuba se clasificó sin jugar, tras la renuncia en bloque de otras selecciones). De igual modo se clasificó una colonia: las Indias Orientales Holandesas (hoy Indonesia) será la primera representante asiática en la fase final por renuncia de Japón. En Europa sí se disputaron partidos y algunos terminaron en sonoras goleadas. Alemania goleó por 5-0 a la también clasificada Suecia mientras que Hungría no tuvo piedad de Grecia y endosó a la Cuna de Occidente nada menos que once goles (11-1)


El formato del III Mundial es idéntico al de 1934: eliminatorias directas desde octavos de final. Dos eliminatorias se resolvieron con partido suplementario. Cuba sorprendió a Rumania y Suiza dio la campanada al eliminar a la poderosa Alemania. Éste partido, disputado en el Parque de los Príncipes de París, traspasó lo deportivo y se interpretó como una victoria moral sobre el nazismo emergente. Años después, una París derruida vería a Hitler pasearse por sus calles vacías. La misma París que celebraría desfiles anuales de la victoria tras la aniquilación del III Reich.

El resto de las eliminatorias se desarrolló según lo previsible: Checoslovaquia venció a Holanda (lejos aún de ser la gran selección que hoy conocemos), Hungría vapuleó a los pre-indonesios e Italia (con un plantel muy renovado con respecto al campeón de 1934) pasó con apuros ante Noruega. En esta fase del campeonato tiene lugar uno de los primeros partidos inolvidables de los Mundiales: El Brasil-Polonia que encumbró al delantero carioca Leónidas y que vio al primer tetragoleador en un sólo encuentro: el polaco Wilimowski. Sus cuatro goles, sin embargo, no fueron suficientes para clasificar a los europeos. Brasil ganó a Polonia por 6-5. La anécdota señala que Leónidas marcó un gol descalzo, ya que durante unos minutos el utillero le tuvo que remendar sus botas rotas.

En cuartos de final hubo de todo: Suecia despertó a los cubanos de su sueño de golpe (8-0) mientras brasileños y checoslovacos dirimían en partido de desempate el acceso a la semifinal. Lo mucho que se jugaban y el “miedo” de unos hacia otros derivó en un juego muy brusco que el árbitro húngaro Von Hertzka no supo cortar. Nejedly y Planicka, las estrellas centroeuropeas, se retiraron por lesión y en el desempate decidió el oportunismo de Leónidas y Roberto sobre la férrea defensa checoslovaca. Hungría venció a Suiza por 2-0 e Italia arruinó las ilusiones locales al vencer a Francia por 3-1. El delantero lacial Piola emergía como la estrella goleadora –y salvadora- de los transalpinos.

El resolutivo Silvio Piola
El Italia-Brasil de semifinales despertó altas expectativas en los aficionados que deseaban ver un duelo entre Leónidas y Piola. Pero se quedaron con las ganas. En el Velódromo de Marsella Brasil se presentó con un once sin Leónidas. Tras la “batalla” frente a Checoslovaquia, el seleccionador brasileño Ademar Pimenta había decidido reservarle para la final. La seguridad de los sudamericanos en su victoria era tal que los pasajes en tren hacia París ya estaban comprados. Pero... Dos goles italianos en el inicio de la segunda parte (Colaussi y Giuseppe Meazza de penalti) dieron una ventaja a los “azzurri” que los brasileños sin Leónidas no pudieron atajar. La seguridad defensiva italiana neutralizó a la delantera brasileña, que sólo pudo marcar un gol en los instantes finales del encuentro. Italia defendería en la final su título de 1934. En el otro encuentro de semifinales hubo poca historia. Hungría pasó por encima de Suecia, a la que en el descanso ya ganaba por 4-0, marcando dos goles más en la segunda mitad. Hungría era, por entonces, una potencia futbolística emergente destinada a vivir días de gloria en próximas décadas.

Meazza y Sarosi, ante el árbitro francés Capdeville
La final entre Italia y Hungría tuvo un comienzo trepidante. En los primeros compases del partido se marcaron tres goles. Colaussi adelantó a Italia, Titkos empató en la siguiente jugada y Piola anotó el 2-1 al cuarto de hora. A lo largo del partido la mejor preparación física de los italianos se fue imponiendo y al descanso ganaba Italia por 3-1. En un último intento por empatar, el delantero Sarosi acortó distancias pero Piola –siempre Piola- sentenció en el minuto 82 con el último gol. Italia ganó por 4-2 su segundo Mundial y se resarció de las críticas del triunfo “dirigido” de 1934. Vittorio Pozzo, seleccionador “azzurro”, personificó la rehabilitación del prestigio internacional del fútbol italiano. Por su parte, Brasil ganó a Suecia en la final de consolación por el mismo resultado.



 
 
El ambiente tenso que envolvió la celebración del III Campeonato del Mundo de Fútbol siguió enrareciéndose en los meses sucesivos hasta desembocar en la II guerra mundial. Durante muchos años se suspendieron todas las actividades deportivas internacionales. Los campeonatos previstos para 1942 y 1946 no se celebraron y habría de acabar la contienda y reponerse económicamente durante los años siguientes para acometer el renacimiento deportivo. Los Juegos Olímpicos resurgieron en Londres en 1948, y el Mundial de Fútbol lo haría en 1950 en Brasil.



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