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miércoles, 16 de julio de 2014

Mitos del Ciclismo (2) / Miguel Indurain: “Querido Miguel”

Hoy, 16 de julio de 2014, cumple la redonda cifra de 50 años la principal figura de entre las muchas que España brindó al ciclismo: Miguel Indurain. Por ello, hoy era preceptivo dedicarle un capítulo de esta serie que tengo desde hace tanto abandonada muy a mi pesar. Pero me cuesta mucho escribir sobre Indurain. No porque le tenga manía o porque en vez de estar atendiendo al Tour cuando los ganaba año tras año estuviera durmiendo la siesta, sino precisamente por lo contrario. Cuento entre mis pocas fortunas la de haber podido presenciar de pe a pa la carrera profesional del ciclista de Villava y un artículo al uso se me queda cortísimo para hacer recuento de lo que ha sido y de los muchos recuerdos de tal momento o tal detalle que se agolpan en mi cabeza...

...Cuando fue el líder más joven de la Vuelta en 1985, cuando ganó la París-Niza vetada para españoles hasta su victoria, cuando ganó el Campeonato de España en Oviedo por el canto de un tubular ante Jon Unzaga, Cuando ganó cada uno de sus Tours o de sus Giros, aquella etapa, aquella crono y la otra de marras, cuando tras la llegada a Hautacam en el 94 tuvieron que ampliar el “fuera de control” para que llegaran a París más de 60 ciclistas, cuando atacó camino de Lieja, cuando se desfondó en Les Arcs, cuando logró el Record de la Hora en Burdeos, cuando ganó el oro olímpico en Atlanta, cuando paró el pelotón en el Mundial de Duitama para que ganara Olano con la rueda pinchada... Todo ello en muchos casos aderezado por el recuerdo de haberlo visto con quién y dónde, las muchas alegrías y los pocos chascos que nos llevamos, las conversaciones en el barrio, en clase, en el bar de los domingos... Y ello por no hablar de los pormenores de sus batallas codo con codo con sus rivales (Chiappucci, Bugno, Rominger, Pantani, Berzin, Riis...) junto a sus escuderos (Bernard, Marino Alonso...), o de como pasó de gregario a jefe de filas de mi no menos admirado Perico Delgado, o su relación profesional llena de altibajos con Echávarri...

Se trata de escribir sobre el más ilustre ciclista español de la historia, pero también se da la circunstancia de que su carrera profesional me pilló en una edad clave. La edad justa para tener héroes y en la primera ocasión de vivir conscientemente toda la carrera profesional de un gran deportista, ya que la de Indurain comenzó allá por 1984-85 cuando un servidor era un renacuajo y empezaba a tener el suficiente uso de razón para entender un informativo, y se retiró durante las Navidades de 1996-97 cuando faltaban pocos meses para mi asalto a la universidad y había crecido tanto como el propio Miguel. Por ello podré condensar más los artículos sobre otros grandes y admirados ciclistas, pero sobre Indurain me veo incapaz. Tras varios intentos fallidos de recortar más y más el pretendido artículo siempre pecaba de largo por fidelidad a sus triunfos y a mi memoria. Para escribir dos líneas está twitter. También soy consciente de que un blog no es un libro de Pilar Urbano. Así que he decidido que no habrá en mi blog una biografía de Indurain como tal si no es por capítulos y así se hará más pronto que tarde.  

Pero hay algo más que me empuja a dedicar a Indurain algo más que un artículo, y es la sensación de que los nuevos aficionados –los muchachos de hoy- al desconocer su trayectoria por no haberla vivido no valoren en su medida lo que Miguel Indurain ha significado en su día como deportista, como fenómeno sociológico que trascendió el deporte, como imagen de España en el mundo (eso que ahora se llama tan cretinamente “Marca España”), y como a la estirada sombra de sus éxitos medró la generación de grandes ciclistas que ahora disfrutamos. No es que quiera que gocen de Indurain en vídeo como ahora lo hacen de Nadal en directo –por ejemplo- sino que comprendan de dónde venimos y por qué, para entender mejor y valorar lo que hay ahora y lo que habrá después, Dios y las becas ADO mediante.

Hace unos meses, durante la disputa del Abierto de Madrid de Tenis, se produjo una situación chocante que me conmovió. En un descanso de un partido, apareció Cristiano Ronaldo en la pantalla de la pista central Manuel Santana, enfocado entre un público que al verlo por TV rozó el éxtasis. Cuando acto seguido se cambió el plano y la pantalla mostró a Miguel Indurain los aplausos se acercaron peligrosamente al abucheo porque la gente quería seguir viendo en pantalla a “CR7”, a su niño pequeño y cotillear si andaba o no por allí la hermosa Irina Shayk. Resistiendo la tentación de comparar fútbol y ciclismo y de elucubrar sobre a qué altura llega el palmarés –aún inconcluso- del señor Aveiro frente al de Miguel, me quedó la desazón de comprobar cuán influenciable y/o desmemoriado y/o desagradecido puede llegar a ser un aficionado medio vulnerable a la propaganda (en muchos casos como éste, foránea –la fama de Cristiano es inexplicable sin la coba de los tabloides ingleses en su etapa en Manchester-) y lo poco que se valora a un héroe de un pasado tan reciente como la semana pasada y para colmo, un héroe patrio que en sus días de gloria hubiera arrasado en unas elecciones a Presidente de Gobierno. Por ello hago pública profesión de fe “indurainística” y reivindico su figura a la vez grande y sencilla frente al becerro de oro del hoy sin ayer ni mañana, y del ídolo adulterado por el clembuterol de la mercadotecnia y el objetivo del paparazzi. Sin menospreciar a otros –en este caso a Cristiano, cuya figura como la de todos será mejor medida en su retirada- advierto que no todo el mundo domina un deporte durante tanto tiempo, y menos uno como el ciclismo sujeto a tantas variables (ahí está Contador con su reciente y lamentable retirada de un Tour que pintaba a suyo), y que por algo habrá sido.

Y como otra cosa no tengo, pero sí tengo memoria y corazón, agradezco a Miguel en este redondo cumpleaños todas y cada una de las emociones (las alegrías y también las decepciones) que me brindó desde la carretera, subido en su bicicleta pedaleando en pos de la victoria. Más aún teniendo en cuenta que muchas de ellas las compartí con personas que ya no se hallan entre nosotros (léase abuelos) y a las que hizo disfrutar con sus aventuras en el Tour –pongamos por caso- tanto como a mí.

Entonces, querido Miguel, feliz cumpleaños. Que cumplas muchos más y ya hablaremos de lo tuyo, que aquí es también de lo nuestro.


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