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martes, 30 de junio de 2015

Real Oviedo / La Copa de la Liga (1985)


Herrerita, Vili, el alcalde Masip y el pte. Bango

Hoy, 30 de junio de 2015, el plusmarquista y 22 veces campeón olímpico de natación Michael Phelps cumple 30 años. El mismo 30 de junio de 1985 que alumbró al “Tiburón de Baltimore” el Real Oviedo conquistaba el único título copero de su historia. No en la Copa como tal, sino en la extinta Copa de la Liga de Segunda División. Un breve y brillante paréntesis en medio de una época oscura del club azul. En primer lugar he de confesar que guardo de este hito de la historia oviedista un recuerdo nebuloso e impreciso. Apenas el de buscar en prensa o tratar de escuchar por radio los resultados. Y no porque no me interesara aquella modesta competición sino porque, al igual que la familia Phelps, la mía también estaba revolucionada en aquel junio de 1985 por la llegada de un nuevo miembro al clan.

Lo segundo que hay que aclarar –en especial a los más jóvenes aficionados- es la fugaz existencia de esta competición. En 1982, emulando la ya existente en Inglaterra se creó la Copa de la Liga en las distintas divisiones nacionales: Primera, Segunda y Segunda B (2 grupos por entonces). Una competición eliminatoria que enfrentaba a los equipos encuadrados en la misma división con el fin de ampliar el abanico de clubes campeones y que buscaba –sobre todo- ampliar la recaudación en taquilla de sus clubes participantes. Varias ligas continentales siguieron a la inglesa pero la idea apenas sobrevivió en ligas como la francesa. En España nos ocupó a mediados de los ochenta pero no sólo no se cumplieron los objetivos económicos previstos, sino que las protestas generalizadas por el alargue del calendario liquidaron la competición en 1986 con un “mix” entre Primera y Segunda. Además del Real Madrid y del Barcelona (2 veces), el Real Valladolid gozó de la gloria en este torneo. La edición de Segunda tuvo tres campeones: El Castellón en 1983, el Atlético Madrileño en 1984 y el Real Oviedo en 1985.

El triunfo en la Copa de la Liga de Segunda División de 1985 no estaba ni por asomo en el pensamiento de los aficionados oviedistas, que vieron –vimos- como el equipo se salvaba del descenso a Segunda B gracias a resultados de terceros que fueron favorables, colofón a una temporada liguera decepcionante. El Real Oviedo se pasó la campaña 1984/85 coqueteando con el descenso, ocupando el último lugar de la clasificación durante casi todo el otoño y reaccionando lo justo para asomar la cabeza por encima del precipicio. Al equipo de José Luis Romero le costaba mucho ganar (solo 9 victorias en 38 partidos) y el nivel de juego era paupérrimo. Así que, empezada la competición ante la UD Salamanca con la Liga aún no terminada y los apuros por mantenerse en Segunda muy presentes, la Copa de la Liga no era sino un incómodo partido entresemana que estorbaba la preparación de los últimos y decisivos encuentros ligueros.

Lo cierto es que aquel 1º de mayo se ganó por la mínima y de penalti a los charros en el primer partido. El centrocampista Blanco fue el autor del gol. El partido de vuelta tuvo lugar tres semanas después con la competición liguera finalizada apenas dos días antes, la permanencia recién obtenida y el susto aún en el cuerpo de los carbayones. Los jugadores oviedistas se soltaron los nervios y vencieron en el Helmántico por 2-3. Los tres goles azules llegaron mediada la primera mitad, y en un corto espacio de tiempo. La reacción local en la segunda mitad fue insuficiente y el Real Oviedo pasó a los octavos de final.

El Bilbao Athletic fue el siguiente rival. Filial del emblemático conjunto de la capital vizcaína, militaban en él los futuros jugadores azules Sarriugarte y Murúa además del central Andrinúa. Ambos equipos se habían salvado del descenso días atrás. El partido de ida tuvo lugar en el Carlos Tartière. De sábado, aún se percibía en el estadio oviedista el ambiente temeroso del agónico partido final de Liga del domingo anterior. Todo lo trascendente ocurrió en la segunda mitad: dos goles de Herrera y un penalti detenido por Viti dejaron el marcador en un 2-0 ventajoso para la vuelta en Bilbao. Allí, un gol de Sarriugarte adelantó a los “cachorros” al cuarto de hora y hacía peligrar el avance a cuartos, pero el Real Oviedo remontó antes del intermedio con goles de Santi García Barrero y de Hevia. Tras ganar por 1-2, el equipo azul fue cuartofinalista aunque no había ánimo para celebraciones. El día antes había tenido lugar la trágica final de la Copa de Europa en el estadio belga de Heysel y todo el mundo se hallaba aún sobrecogido.

El miércoles 5 de junio el Carlos Tartière volvía a abrirse para el partido de ida de cuartos ante el rival más asequible –a priori-: el Lorca. El conjunto murciano había descendido como colista a Segunda B y no se esperaba gran resistencia por su parte. Tampoco se esperaba el personal que hubiera una goleada, pese al precedente liguero del 8-0 de tres meses atrás. Pero la historia se repitió y el modesto conjunto lorquino se llevó a casa una insalvable renta de 7-2 en contra. La primera parte se inició con un gol de Herrera y se cerró con dos goles en jugadas consecutivas de Juanito y Hevia para un 4-0 al descanso. Herrera cerró su gran tarde-noche con tres goles más. La lluvia de goles cesó mediada la segunda parte con el 7-1. Bautista logró para el Lorca la honra del segundo gol.

Con la eliminatoria sentenciada y la mente puesta ya en la semifinal y en la posibilidad cada vez más cierta de optar al título, los oviedistas viajaron a tierras murcianas para un partido de vuelta como mero trámite. En un comienzo de partido arrollador, un irreconocible Real Oviedo ganaba ya en el minuto 10 por 0-3 (goles de Hevia, Herrera y García Barrero). El partido Lorca-Real Oviedo quedó en nada hasta que de nuevo el lateral murciano Bautista acortó distancias con dos goles que dejaron el marcador final en 2-3. Aquel partido supuso desfogue para algunos suplentes azules, caso del portero Orlando.

El sábado 15 de junio el equipo capitalino visitó la Nueva Cruz Alta de Sabadell para enfrentarse a los arlequinados en la ida de semifinales. El Sabadell era un conjunto muy a respetar. Cuarto clasificado en Liga, era a esas alturas de competición el gran candidato al título. Venía de golear al Recreativo de Huelva en cuartos de final por 7-0 y su mayor peligro era el joven delantero Manolo (futuro internacional y figura del Atlético de Madrid). Recién iniciado el encuentro los locales Tanco y Omar se toparon con el poste y no consiguieron marcar. Sí lo hizo Berto, aprovechando un error defensivo del Sabadell. Poco después, hacia la media hora de partido, Tanco empató tras jugada a balón parado. El Real Oviedo jugó un partido muy serio y supo contener primero y neutralizar después a la delantera arlequinada. El empate a uno final dejaba abierta las semifinales pero daba la idea de lo que había mejorado el equipo azul a lo largo de esta competición, en apenas unas semanas.

La vuelta se disputó el domingo 23 en el Carlos Tartière. Hevia adelantó al Real Oviedo en el minuto 10, ventaja con la que se llegó al descanso. Poco después de la reanudación el lateral Zunzunegui empataba el partido y la eliminatoria. El conjunto de José Luis Romero hizo gala de una entereza y control del juego ausente durante casi toda la campaña. El delantero del Sabadell Omar dispuso cerca del final de una gran ocasión que no supo aprovechar, y en la siguiente jugada los oviedistas sentenciaron con un nuevo gol de Herrera y –casi de seguido- un penalti transformado por Blanco. El Real Oviedo, contra todo pronóstico, alcanzaba la primera final oficial de su historia.

El histórico rival del Real Oviedo sería el Atlético Madrileño, filial del conjunto colchonero que había superado al Granada en semifinales y que había mantenido como los azules una campaña 1984/85 irregular, salvando su puesto en Segunda gracias a su postrera victoria ante el Castellón. Tenía el cuadro madrileño la ocasión de revalidad título y su entrenador Joaquín Peiró contaba con un plantel donde sus principales figuras eran el portero Abel y el medio Tomás (futura figura oviedista). El pesimismo azul de los primeros pasos de esta competición se transformó en confianza y optimismo de cara al resultado de la final, a doble partido, en Oviedo y Madrid. Como un guiño del destino en favor de los oviedistas, el árbitro designado para el partido de ida se llamaba Garagorri Lángara.

El Carlos Tartière acogió a un buen número de aficionados para presenciar el partido de ida de la final. Según las crónicas, un partido intenso y disputado en el que terminó por ganar el mejor equipo. El carismático Santi García Barrero marcó la diferencia al recoger un rechace tras un corner y adelantar con su chut al Real Oviedo recién iniciada la segunda parte. Fue el único capaz de marcar y el club azul viajó a Madrid con una corta ventaja de 1-0.

El mismo día que el Atlético de Madrid se jugaba en el Santiago Bernabeu la Copa ante el Athletic de Bilbao, a las once de la mañana en un casi despoblado Vicente Calderón y bajo un sol de justicia se iniciaba el partido decisivo para la Copa de la Liga de Segunda División entre el filial colchonero y los oviedistas. Los locales salen con muchas ganas pero cometen muchos errores por precipitación. Los oviedistas comienzan a dominar y antes del descanso un centro de Juanito es rematado a gol de cabeza por García Barrero. El hijo de Falín y sobrino de Emilín bate a Abel y adelanta a los carbayones como en la ida, acercando la Copa de la Liga a Oviedo. La segunda parte sería distinta. El dominio cambió de manos a raíz del empate local a chut de Antelo. Los jóvenes colchoneros acosaron la meta defendida por Viti pero no pudieron anotar el 2-1 que aún les sería insuficiente. Víctimas de la eficaz defensa azul, de la precipitación, quizás de la inexperiencia y en todo caso del bajón físico acentuado por el calor, el Atlético Madrileño cedió en su empeño al final y cerca estuvo el Real Oviedo de lograr el 1-2 al final del partido. No se movió el marcador del 1-1, y con ello, el Real Oviedo se proclamó campeón de la Copa de la Liga 1984/85.

Santi García Barrero, en primer plano, tras marcar su histórico gol

Para la historia quedaron las fotos del trofeo en el Ayuntamiento ovetense en manos del presidente Bango, el capitán Vili, el alcalde Masip y el mítico y venerable Herrerita. Sin embargo y pese a la satisfacción obtenida no recuerdo ninguna explosión de júbilo por las calles de la ciudad porque aquella Copa no otorgaba lo que en realidad importaba: el ascenso. Algo quedó -al menos- de aquella experiencia. Se ganó mucho en autoconfianza y se miró al futuro inmediato con mucho más optimismo. Del “casi bajamos” se pasó de golpe al “a ver si subimos” y ese cambio de mentalidad se dejó sentir la temporada siguiente y aún en venideras. En 1986 el ansiado regreso a Primera no estuvo lejos, y en 1988 –como ya contamos- se terminó por conseguir. Algunos jugadores de esta plantilla (Viti, Vili, Berto) lo vivirían. Santi García Barrero, que tanto por sus goles decisivos en aquella final como por su trayectoria en el club e incluso por su dinastía lo merecía igualmente, fue traspasado un año antes para jugar en Primera en Logroño.

Ficha resumen de la competición

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